09 julio 2010

Beropa la artesana "El puesto"

El puesto




Sentada en el asfalto medito en los engranes de mi vida: Hippie, pintora, despeinada y poeta. Currículum equidistante al del hijo que juega sentado junto a mí con un caballito de crepé. Arte-zángana me llaman por estar sentada en el piso y contemplar a las hormigas. Forzar sonrisas y aclarar la voz: “Lo que le guste amiga todo está hecho a mano y nada se desbarata”. Desde el piso admiro los distintos pies. Los zapatos boleados, sucios o viejos.
Intuyo el color favorito e indago sobre lo que buscan estudiantes, señoras y muchachos.
Soy artesana, torcedora de alambres. Y a veces, sólo a veces, tomo modelos prestados. Mi vida gira entorno a una manta extendida en el piso, pinzas, alambre y una dosis de creatividad. Desde allí contemplo a las personas, conozco nuevos individuos, educo a los hijos de mi carne y a los hijos de la escritura.
El calor me abraza con su aliento, me recorre entera y me enloquece. Pero, lo tolero más, que a la lluvia porque cuando llueve las gotas acribillan las tonalidades que cubren el suelo. La artesanía es un oficio noble como los días nublados, sin viento. El alambre dócil se deja manipular ante el cortejo de mis manos. Vendo tres tipos de ojos: ojo de venado, ojo de gato y ojo de tigre. Resaltan los aretes con encanto de moda: largos o pequeños, tornasoles, opacos y multicolores, entre otros. Los hay de colorín, joroba, bambú, amatista y hem, de caracol, de acerina y de cuarzo del amor. El ir y venir de los mismos zapatos, las visitas de amigos: Paty Mata el cansancio con su presencia. Las comidas siempre se empolvan Hay que tomar mucho agua, porque el calor del día, nos abrasa con pasión. Hay que cuidarse del indigente, del ratero y del lacra que me quieren tragar de un bocado.
Trabajar sentada en el suelo, engarzar chaquira, atrapar sueños en mis versos, heredar el noble oficio de la artesanía y despertar a los incrédulos que creen en las piedras de la suerte y del dinero y no quieren creer en el trabajo.
Llegó a mi casa con un puñado de olores en mi pantalón, prendo incienso y me encierro en el cuarto a escribir estos últimos versos.

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