09 diciembre 2009

Cosecha amor

Haz todo con amor


Cosecha amor. Y el invierno llegará. Faltan pocos días. Mi regazo esboza ya una sonrisa. Cada que mis pasos se aligeran por la ciudad rejuvenezco. Edificios, plazas, calles, ventanas y casas se embriagan de colores y destellos, toman vida propia. La gente con mil pendientes transita a toda prisa. Este año se va serenamente, como el otoño con sus vientos ocres y se lleva los recuerdos de aquellos que no alcanzaron a sentir su frío aliento. Para algunos el año fue doloroso, fructífero, cruel, pintoresco, duro, muy politizado, con gran índice de muertes, etc. Ciertamente no se necesita tener los millones para demostrar amor, siendo éste parte de la vida y sin él nada existe.
En mi vida la cosecha que se recogió en este año fue extraordinaria: dos libros, una princesita alitas al aire y suspiros que derraman miel, la beca durante un año, recuperé la confianza de mi hijo mayor. Mi familia embriagada de amor.
Salud, felicidad, paz y Amor deseo que llene cada uno de sus corazones y en este año que viene la cosecha sea mayor en todo lugar que se encuentren.
Con mucho cariño para todos ustedes, con todo mi amor, beropa.

04 diciembre 2009

Huella de vida II


Mis tres retoños Osvaldo, Angel Pável y Abril Alejandra.

Huella de vida

Dante Alejandro Velázquez, el de Lagos, el príncipe poeta de mis versos, ahora es un orgulloso padre de familia. La huella de vida que deja a través de esta vida es sencillamente: una niña hermosa. Bien pueda tener miles de reconocimientos, trofeos, premios, libros, en donde yo puedo asegurar que no duelen lo mismo; ahora con esta experiencia pasada, estoy totalmente segura que no tiene punto de comparación.
El ser humano es sensible y racional por naturaleza. No puede compararse con el libro que no razona y mucho menos tiene sensibilidad. Qué importan los desvelos continuos, los minuciosos cuidados y enfrentar el miedo ante el reto de guíar a una persona a ser persona y hacerlo bien. Alguien te recordará.
El tiempo estático es el peor enemigo de hombre. Hay que fluir como el agua, consumirse como el fuego y vivir a plenitud cada momento.
El tiempo te ayuda a recoger aromas, colores, cosas, amigos, experiencias y amores. Si eres un dador benévolo disfrutarás de todo lo que te rodea.








Crónica de Abril esperada II






Esa labor de parto fue tan triste e inútil, sin fuerzas, sin fuente. Fui llevada sin conciencia médica a un rincón mis lágrimas no conmovieron a nadie. Al llegar a quirófano con 35 minutos de labor de parto y nada. Nunca había visto tantos ojos bellos como en ese momento, será que es lo único que se les ve a los doctores, sólo mujeres había en la sala, los hombres cobardes huyeron al ver el fracaso del parto. Ojos tapatíos, hermosos. Ojos acusadores llenos de coraje y odio. Me miraban como asesina y las voces se acrecentaban a mi alrededor “Usted va ser la culpable si su hijo le pasa algo. Rompían el silencio acusando y señalándome si miramientos. Yo sudorosa y llorando les decía ya no puedo más. La pequeña coronó y ya sin fuerzas me llevaron hacerme cesárea. Crucificada me anestesiaron, no sentí nada, quería mover los pies y nada. Quería ver a través del circo que ponen y tampoco pude, me quise dormir pero me aguanté. Nació el 5 de noviembre a las 12:35 del medio día y lloró hasta los cinco segundos de nacida. Pasaron 15 segundos y nadie me decía nada. Yo volteaba para ver que me decían y nadie hablaba, sólo los ojos acusadores, hasta que una doctora me dijo: “su hija está muy grave no la llevamos a observación, a urgencias” esas palabras fueron como si una espada atravesara mi corazón, las lágrimas salieron sin prisa como ríos que no pararon hasta el día siguiente.












6 de noviembre. Mi Dante se presentó a la hora de visita que fue a las 10:00. En cuanto lo vi lloré contándole lo acontecido. Nadie me daba informes sobre mi pequeña que aún no conocía. Las trabajadoras sociales buenas para nada, bueno para el chisme si lo son. Nunca me ayudaron a conseguir información, ni siquiera para aliviar mi incertidumbre. Después de dos días por fin me llevan líquidos, en eso llega una mujer y me dice que van a trasladar a mi hija a otro hospital, y las lágrimas inician a salir a toda prisa. Les decía que yo ni la conocía ni la había visto y ya se la iban a llevar y yo allí con mi herida. La impotencia me tomó de los tobillos y me sumergió en un triste y agudo dolor. En ese momento la Jefa ordenó que me llevaran a verla pasar del UCIN a la ambulancia. Ese momento fue tan mágico: los dolores se esfumaron al ver el enorme regalo que Dios me había dado: una princesita tan bella tras la vitrina transparente, con su cabellera negra y regordeta, la vi sana. Eso mismo me dijo la enfermera, Geno, que me llevó a verla.







Ese día yo permanecería en el hospital hasta el día siguiente. A la niña se descanalizó y los camilleros no la quisieron esperar, llegó a las 12:35 de la noche de regreso al hospital donde yo me enconetraba. Y una doctora muy amablemente me llevó el recado. Al día siguiente querían que me quedara en urgencias con ella, pero no podía, ya que traía bata y no estaba dada de alta. Las enfermeras de ese turno eran muy déspotas. Fui a trabajo social hablarle a Dante para que se viniera con la niña a cuidarla a urgencias y le dije que me pusiera saldo para estar en contacto.
07 de noviembre. Hoy salí del hospital con las manos vacías, mi regazo vacío y el alma adolorida. Dante traía una tristeza acuosa que me conmovió. Indicaciones: movimientos circulares en el vientre para que se contraiga el útero. Fajarse. Tomar muchos líquidos, verduras y frutas. Nada de carne de puerco. Ese día por la tarde la pequeña recibió su primera comida con jeringa que no quería pero al final de ingerirla, se rió de la vida un poco.
07 de noviembre la subieron a piso. Desde ese momento hasta el 12 de nov. Que la dieron de alta estuvimos turnándonos para cuidarla.

Hoy estamos desvelados pero felices con nuestra princesa en casa.











Crónica de Abril esperada



Crónica de una niña llamada Abril Alejandra

Todo regresa como un boomerang: los recuerdos, los traumas y los incansables días truncados. ¡Shttt! La princesa duerme. Volvamos al inicio a recrear en sueños a la princesita.




28 de octubre era la fecha probable de parto y nada. Al día siguiente como a las tres de la madrugada llegó una noticia que heló el ambiente de Guadalajara. Entre la vida y la muerte hay una delgada telaraña que lleva a la incertidumbre. David “El Negro” Guerrero dejó de ser persona y se transformó en mito, héroe, pan de Dios… Después del velorio fuimos a urgencias y nada ocurría.
Una mano que alcance entre la panza y los pechos, y ya bajó la bebé, la hora de parir está cerca; si ya dilató tres, cuatro centímetros, te entregan una bata y te quedas en preparto. Tanta burocracia, en fin. De vuelta a casa, ver tele, platicar con los silencios de la casa, limpiar el cochambre, hacer collares de metáforas. Por las noches encontrar rostros de personajes que habitan la pared de mi lado, dialogar con ellos, abrir la llave y cerrarla. Al amanecer decir otro día más y nada.
Temía tanto que naciera el 31 de octubre o los días 1 y 2 de noviembre. Fechas que nunca me gustaron.
1 de noviembre traía desecho y contracciones fuimos a urgencias y nada nuevamente.
2 de noviembre acudimos a mi cita EMI en el hospital Regional 45, mejor conocido como El Ayala.
4 de noviembre por fin, dije, me dieron mi bata y me integré a una comunidad de mujeres con la angustia atravesada en sus vidas. Yo traía la presión alta. Desde ese momento empezó mi calvario. En la vida nunca se van a presentar dos sucesos iguales. Los dedos de los pies y de las manos miden y tienen formas diferentes, aunque sean de un mismo dueño. Yo quería pensar que sería fácil y benevolente este parto como los dos anteriores, me confié.
Esa noche fue tan larga y dolorosa; la pequeña golpeaba mis costillas continuamente que a veces me despertaba el dolor o me hacía llorar. Sólo me podía recostar del lado izquierdo. Las contracciones agudas y contundentes eran cada diez o cinco minutos. La noche más larga y traumática que he tenido. Sólo cinco doctores midieron los centímetros dilatados. Durante esa larga noche del 4 de noviembre fueron segundos los que estuve en brazos de Morfeo.
Las ocho de la mañana, a la compañera de cuarto le llevaron su comida. Me moría de hambre, y tenía que estar en ayunas. Como a las nueve de la mañana una doctora llega a medir la dilatación con siete centímetros, y rompe mi fuente. Me llevan en una silla de ruedas a labor de parto. Yo creía que ya me iban a meter al quirófano, pero cual va siendo mi sorpresa que me llevan a un cuarto grande donde había como veinte camas allí tenían a varias mujeres que les iban a realizar legrado o parto. Durante las horas que estuve en ese lugar los dolores no cesaban. Adolorida de las costillas por las patadas continuas de la niña, cansada de estar sólo del lado izquierdo y al llegar a labor de parto, encontré a un estudiante con preguntas que duraron una hora, -enfrente de mí había un reloj en el que podía constatar la hora- pasaban varios de ellos primero a bombardearme con preguntas repetidas. Sus pláticas eran estúpidas y burdas. Decían una voz masculina tirándole a homosexual: “Yo prefiero hacer el papeleo que atender un parto, no más de verles la cara”, y seguía tecleando la máquina de escribir que se mezclaba con gritos de mujer. Mientras en mi rincón yo me retorcía de dolor, los “doctores” practicantes que se acercaban introducían sus guantes de latex en mí, uno y otro llegaban a medir los centímetros dilatados, querían practicar, querían saber medir los centímetros a tanteo, quizá para algunos fue su primer noche experimentando con el dolor ajeno. Cada practicante introducía y sacaba su guante con una bocanada de sangre, fueron fácil veinte de ellos que midieron mi dilatación. De las nueve a las doce fueron acrecentando los dolores, las voces eran cada vez odiosas y las carcajadas ni se diga. El persistente martilleo de las teclas. Los gritos de la vecina y yo retorciéndome en mi sangrado. Ya quería ver a mi pequeña, quería estar descansando con ella en mi regazo. La pesadilla apenas comenzaba. Como a tres camas de distancia estaba una mujer de 20 años con gritos escandalosos y perturbadores. Tres horas de angustia y por fin, una practicante de escasos 25 años dijo quirófano, ese momento fue bonito ya que me decía, por fin me hicieron caso, pues ahí la que más grita es la que tiene la atención de ellos, y la verdad esa no es mi táctica.